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Decoración: cómo cambiar tus perspectivas "Un Hombre de Treinta y Tantos"

Actualizado: 27 may 2020

Pasan los años y te sigues preguntado las mismas cosas de siempre pero la perspectiva de las respuestas cambia. Un día estás trabajando con los complejos que te roban la felicidad porque es complicado saber de qué lado de la juventud estás y cuando has organizado las cosas para acomodarte en el espacio que supones te corresponde aparece la realidad como un balde de hielo derretido:


"... Y el hdspm me dice que tiene nuestro trabajo porque estuvo muy bueno... si se va alv porfa..."


Y entonces sabes que la física cuántica tiene razón, podemos estar en dos universos distintos a la vez, podemos pertenecer a dos tiempos, quizá a tres y muy posiblemente a más, somos viejos para unos y jóvenes para otros.

Treinta y Tantos es la cifra que me corresponde, no me queda muy claro qué es esto porque soy nuevo aquí pero veo con otros ojos lo que fui y acompaño con mi experiencia a quien anda caminando los jóvenes veintes, los inmaduros dieces y los infantiles albores previos a la década. Tengo treinta y tantos y hace poco que dejé de buscar las fórmulas para la vida exitosa que me dijeron que debía encontrar cuando andaba en mis veintes.


Es gracioso porque estuve por 3 décadas haciéndome el omiso frente a la palabra "responsabilidad" y un día despierto y descubro, muy a mi pesar, que formo parte de los cincuenta y cinco millones de personas en edad productiva y que cuenta con trabajo, esto me obliga, contra toda protesta, a reconocer que me toca cargar en mi espalda con el futuro de un país que tiene un mal gobierno, un mal sistema de salud, un mal sistema económico, muchos millones de "pendejos" que siguen creyendo que nuestro problema como país es culpa exclusiva de nuestro mandatario y por si eso fuera jodidamente poco soy parte del menos del cuarenta por ciento de la población que recibe como recompensa a su buen comportamiento la obligación de cargar con todo un país socialmente dividido y empáticamente fragmentado.


Para mis Treinta y Tantos la realidad es complicada en estos tiempos, todos los días veo una imagen por duplicado cuando me detengo a leer el mar de información que hay en los medios de comunicación, en ellos hay muchos sujetos que seguramente tienen Treinta y Tantos también y que están intentando hacer lo que se espera de nuestra comunidad; por un lado puedes ver juventudes buscando su lugar en el mundo y por el otro observas a otros tantos que se suben al tren de la descalificación, resulta una impresión grande reconocer cómo aquellos que fueron amigos en la infancia hoy son acérrimos enemigos, cómo entendemos por madurez esa incapacidad de perdonar que solíamos tener antes, como si el paso por los veintes nos hubiera pervertido y alejado del contacto con los demás. De la misma manera resulta impactante la forma en que muchas de esas cosas ya no me importan, que me conformo con estar tranquilo conmigo mismo, que todos son bienvenidos mientras no vengan innecesariamente a romper con mi tranquilidad, que puedo pedir disculpas aunque sigo sin saber cuál es la mejor manera para hacerlo y que simplemente me arrojo a las fauces del otro con mi lamentación en las manos esperando que me regale su perdón o me mastique inmisericorde, después me queda ponerme en pie, sacurdirme el polvo y seguir adelante. Si cargar con todo eso no es responsabilidad, entonces no me queda claro qué es lo que el mundo espera de mí.


Un día desperté con la sensación de que me encuentro justo a la mitad de la vida. Lo reconozco porque jamás me había pasado algo así, hace unos años meses estaba seguro de que era un joven que encajaba perfecto entre los jóvenes, pero me viene a la mente de nuevo:


"... Y el hdspm me dice que tiene nuestro trabajo porque estuvo muy bueno... si se va alv porfa..."


Y me sabe a las puertas de salida de la juventud, me aferró con las cutículas a los últimos tragos de pertenencia a una generación de la que no soy parte, de la generación de ellos, esos que me son ajenos porque encuentran arte en "que el novio les mame el culo", los mismos que sienten profundidad en las "líricas de la calle"


"Por eso me pelan la ñonga cuando le fumo a la bonga

Perro, vuelo como Jordan, tratan pero no lo logran

Eso lo saben de sobra, bien sabido desde siempre

Que tengo mujeres bonitas, modelos, actrices y algunas influencers

Piensan que me vencen, sueñan que me apañan

Mi metralla me acompaña a donde vaya."


Y que orgullosos consumen droga porque el "Babo" es gracioso cuando dice "a mi también". Porque balbucear sinsentidos es la filosofía de hoy (Supongo que los adultos que me miraron crecer pensaban algo parecido y me inquieta saber qué ven en los nuevos jóvenes). Esos ajenos que encuentran una valentía que me parece irresponsable al mandar mensajes de amenaza a quienes sean lo suficientemente osados como para darle "like" a la foto de su "crush", esos que han convertido la violencia explícita en una moda normalizada, que gozan de compartir fotografías con un arma de fuego en la mano, marihuana en la otra y kilos de caca en la cabeza a la que llaman "su ideología": goticismos, raperismos, rastafarismos, frikicis, sakaters, swaggers, muppies, reggaetoneros, grunges, feminismos, chakas, mamonismos y toda clase de pendejismos líquidos que se gestan día a día.


"... Y el hdspm me dice que tiene nuestro trabajo porque estuvo muy bueno... si se va alv porfa..."


Me sabe a una forma más o menos cortés de solicitarme que abandone el escenario, que mi brillo en esa generación no combina ya con la paleta de posibilidades que los constituyen, frágilmente seguramente, pero es un mundo distópico donde se sienten cómodos.


¿La mitad de la vida?... Sí, la mitad, porque miro hacia adelante y tampoco soy éstos otros de acá, éstos que cargan los domingos en sus bolsillos una lista de compra que disfrutan surtiendo en los pasillos de los centros comerciales, que llevan cereal, leche, papel higiénico y palomitas para microondas con las que acompañarán la película que no les emociona pero que es la mejor opción porque la calle ya no es su mundo. Éstos que están gustosos un rato con los sobrinos y los nietos pero de los que se desentenderán cuando se hayan fastidiado.


Un hombre de Treinta y Tantos, tan impreciso como suena el apelativo, ese que está a media vida, como una especie de post adolescente, que justo eso, adolece de saber y de ignorar, de conocer a quienes no alcanzan esa altura y desconoce qué hay más allá, hijo de una generación de cambio, una que cambió tanto que no tuvimos el tiempo para atraparla con nuestras manos maduras. Un hombre de Treinta y Tantos que aperturó la carrera por la vida en un momento histórico en el que la paternidad dejó de ser una opción, porque la ciencia moderna dice que "hay que tener madurez" para eso pero no nos dijo qué chingadamadre es la madurez, a mi me parece que es un pedo de las frutas. Un hombre de Treinta y Tantos que creció con la indicación de progresar, de estudiar hasta el cansancio, de vivir la juventud, que cargamos con esa maldición, la de vivir lo que nuestros antecesores no vivieron porque eligieron algo diferente, eligieron las cosas que sólo se podían elegir en su tiempo.


Si caminas por la calle verás muchos Treinta y Tantos que camina de acá para allá, siendo exitosos ¿en qué? quién sabe, pero que llevan colgados en sus labios la bandera de la apología a las tradiciones y el cayado libertador de la crítica a las instituciones subyudagoras, esos que se empeñaron en mover las pesadas construcciones tectónicas que dieron voz a las liquideces de hoy entre las que nos movemos y a las que nos esforzamos por pertenecer pues algo debemos poder disfrutar de todo el sacrificio hecho para construir este momento histórico.


Un hombre de Treinta y Tantos, ese que se ha cultivado entre las toxicidades de la inexperiencia, que ha sido, vivido y compartido toda suerte de destrucción y autodestrucción, aquel "hdsp" que guarda algún tesoro de las juventudes con las que convive porque le parecen buenas, ese que se va "alv" como gesto de correspondencia a la solicitud de abandonar un territorio que no es mío y al que he sido invitado como un gesto del respeto que se tiene por alguien que conviene tener como persona cercana si alguna vez se requiere de su consejo. Un hombre de Treinta y Tantos que ha sabido clasificar amores y amistades, que se apuesta por ellas si lo considera idóneo y ya no por imberbe. Un hombre de Treinta y Tantos años que haría sentir orgulloso a Erikson al saber que ha logrado convertirse en íntimo, que entiende que los otros no tienen la obligación de ser "yo", quien valora que el semejante tenga aquellas cosas que lo hacen diferente, lo acepta siendo como es y que le brinda la capacidad de integrarse a los Veintes de la generación que le sigue de cerca cómo a los Sesentas de aquellos que son la evidencia de las guerras ganadas y perdidas en el campo de batalla donde nos jugamos la vida diariamente; Ese que es productivo, quizá no el más rico de los hombres, pero sí uno que honorablemente se gana todo lo que te comparte, que está dispuesto a apostarle a los demás el pecunio necesario que exige el azar de la vida reconociendo que de ser ganador habrá mucho que celebrar y más razones para seguir apostando, pero que en todo caso que la fortuna juegue en su contra, simplemente se retirará de la mesa sin reclamos ni rencores; Ese hombre integrado que sabe "perder, que sabe pedir perdón y aprendió a doblar las manos al llegar la ocasión" justo como lo enseñó el Maestro Alejandro Lora, pero también el mismo que sabe festejar los triunfos y celebra sus capacidades.


Un hombre de Treinta y Tantos, suena a poco, pero ya es una vida, esa que te ofrece con la intensidad de la más brillante estrella de la mañana, podría parecerte viejo o joven, podría ser tu maestro o amigo, tu enamorado o tu detractor, todas juntas quizá, pero al fin y al cabo, el hombre de años enigmáticos, tan jovial o infantil como el alma de las flores, tan serio y formal como las montañas que cuidan al caminante en su campamento nocturno, parsimonioso en el lenguaje con el que hablo de amor a la musa de mis sueños, imprudentemente respetuoso cuando hablo de ti, cuando quiero que me escuches, el que tiene un amor o una amistad a tu medida, ese que Diego Verdaguer retrato alguna vez en sus pictóricos deseos de juveniles comances:


"Yo solo quiero el pan de cada día Una mujer que me haga compañía Que no me falte nunca un buen amigo Que no me falte abrigo si hace frío

Le pido pocas cosas a la vida Las que pueden ir conmigo Cuando topas al destino"


Un hombre de Treinta y Tantos, uno listo para la vida, que arriesga con conocimiento de causa, que va desprendiéndose del equipaje innecesario para llevar una vida ligera para ayudar a su amor a cargar un poco con sus historias hasta que estas dejen de doler, aprendan a soltarse de su corazón y caminen junto a nosotros... Ese hombre soy yo. Cierro mis ojos agradezco no ser alguien más, ser genuino, ser el que aceptes o niegues, pero ser yo, el de Treinta y Tantos.


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