Carta a los viejos amores
- Alex L. Galicia.
- 20 may 2020
- 13 Min. de lectura

Los amores mudan de forma, pasan por varias transformaciones, crecen con nosotros, dentro de nosotros y para nosotros. Desde el primer amor, el propio, hasta los amores de nuestra vida, nos regalan momentos de autodescubrimiento y en honor a todos ellos les escribo esta carta.
Gracias a ti, mi primer amor, aquel que fue primitivo, que fue mío, de mí para mí, ese que me acercó a la completud y me indicó la meta a la que dediqué una parte importante de mi vida, esa condena de neurosis eterna a la que me consagré, de la que obtuve placer, dolor, goce y descarga pulsional sensual, de meta inhibida o sexual. A ti, mi primer amor, te debo el impulso narcisista al que recurrí cada una de las veces que me rompieron el corazón y la valentía de renunciar a mí las veces que fueron necesarias para correr detrás de aquello en lo que te impregnaste, reconociéndolo así como una parte de mi ser, para no despreciarlo, para no verlo ajeno, para amar al otro por primera vez. A ti te debo los reproches dirigidos al self, esos que me hicieron buscar consuelo en los brazos del semejante que protectores me respaldaron, me cobijaron e impidieron que me hiciera más daño, que continuara siendo doliente y me enlazaron a la vida turbulenta, enigmática y desconocida que se entreteje en la masa social donde aprendí a ser con los demás sin perderme en el camino.
Gracias a ti mi amor edípico que disfrazado de ternura o de autoridad me equilibraste cuando la completud me abandonó, calmaste con cariño la angustia de mis primeras existencias intentando descubrir quien soy, me reconociste en la mirada y en el lenguaje, me llamaste "amor de mi vida" cuando no tenía nada que ofrecerte, intercambiaste tu falta con la mía y me amparaste del sentimiento eterno de vacío con que Dios castigó al hombre que quiso ser como él, aquel que anhelo construirse por su propia mano y que vaga por el mundo intentando recuperar su status de alma infinita. Gracias a ti mi amor edípico que al escindirte me demostraste que la matemática se equivoca y cuando se hacen dos a partir de uno no siempre se empequeñece la unidad, sino que, como arte de magia podemos hacer esta división para vivir dos veces el amor. Gracias a ti mi amor edípico que en tu ingente representación del poder me instruiste en el carácter para domeñar las pulsiones, eróticas y thanáticas poniéndolas al servicio del yo, me enseñaste a ejercer el poder con justicia y benevolencia cuando se ama, con agresividad e imposición cuando se defiende lo que es tuyo, me indicaste el momento en que la espada se envaina y se coloca junto a la puerta donde cuida de la paz del mundo conquistado y se mantiene expectante de las amenazas frente a lo desconocido. Gracias a ti mi amor edípico que al fragmentarte me enseñaste que el amor tiene más de un camino, que es de ida y de vuelta, que se ama con ternura y con fuerza, con lo hetero y con lo homo, con la sal y con la azucar, en el regocijo de los placeres y en el tormento de los dolores, que por amor renunciaste a ti también, que instauraste el tabu del incesto y me abriste la puerta, me preparaste el equipaje, me armaste de lo básico y me diste la primer señal de la incompletud que fui a conquistar por el resto de mis años, me diste tu bendición y a la distancia cuidaste mi espalda, me diste cobijo y alimento tras cada derrota, me tomaste en tus brazos, me levantaste y como el hijo prodigio siempre me recibiste con el amor indicado cuando te mancille o te embellecí.
Gracias a ti mi primer amor infantil, que atravesado por la formación reactiva contuviste mi incapacidad para decir "te amo" por primera vez, porque temí de mi verdad, me acobarde frente a lo desconocido, porque estaba entablando la primer guerra entre el amor sexual y los lazos sociales. Gracias por tus primeras cartas con aroma a goma de frutas y perfume de niña, por las tiernas miradas que me mostraron el brillo familiar de la mujer primitiva que me amó por ser yo, por estar dispuesta a cargar en tus pequeños brazos con la responsabilidad de dos amores primaverales que iniciarán sus neonatos bosquejos en el lienzo de la complejidad del mundo incrustado entre el yo y el otro. Gracias a ti mi primer amor infantil por estar dispuesto a pagar el peaje de dos voluntades gigantes depositadas en pequeñas vasijas y arriesgar tus primeras economías en algo que es incierto para uno como para otro, por elegir la pequeña postal mal correspondida como el ejemplo del sacrificio y la valentía que requieren las almas humanas para postrarse frente al ser amado.
Gracias a ti mi primer amor de meta inhibida por ser el entrenador en las artes sociales, por orientar mis primeras palabras y enseñarme a pedir con delicadeza, por acceder a tomar mi mano como la muestra máxima de la conquista del miedo, aquella con que se grita al mundo que éste eres tú y lo que tocas es tu reino. Gracias a ti mi primer amor de meta inhibida por jugar conmigo los últimos juegos infantiles, por ayudarme a madurarlos, por ser la princesa que fue rescatada del dragón las mil veces que lo vencí, por aplaudir cada victoria obtenida, por ser el amor de mi narciso que en ti encontró el ungüento que aligeró el dolor dejado por la herida narcisista, por mirarme con los primeros ojos que emularon los de la mujer que buscaré en otras historias pero que no hubiera descubierto sin ti. Gracias a ti mi primer amor de meta inhibida por esos pequeños permisos que te otorgaste para darle la espalda al superyo y regalarme el primer beso y el segundo y el decimo quinto, por llevar estos humores de calostro al primer escalón del mundo de los hombres y dejarme a la puerta de los amores sensuales que formaron el cuadro de la madurez de un niño que será hombre alguna vez.
Gracias a ti mi primer amor sensual por ser aquel que me recibió con los brazos abiertos cuando por fin tuve la valentía de entregar el corazón, cuando la curiosidad y la vicariedad dejaron de ser el motivo para amar, cuando dejé de copiar amores y construí el primero de autoría, por ser ese que me anunció que la infancia había terminado hace tiempo y la adolescencia se convertiría en adultez, que alguna vez habría de abandonar los lazos de la inocencia propia de los límites entre la operatoriedad y la abstracción para convertirme en fruto tomado en su adustez por tu mano cálida y cariñosa que lo maduró para hacerlo hombre. Gracias a ti mi primer amor sensual por ser un amor de rocío que formó dos gotas de agua perfectas y similares encerradas en su aislamiento narcisista donde no cabe más amor que el amor por uno mismo disfrazado de otra piel, por estancarse en el espacio-tiempo que sólo nos perteneció a los dos, por dar cuenta de mi falta de integración en la que aprendí a reconocer mis equívocos, donde aprendí que abandonarme un poco a tí es requisito indispensable para encontrarme dibujado en tu reconocimiento, en la apreciación de mis formas que desconocí hasta que me las susurraste al oído cada vez que me mirabas, en cada una de esas veces que tus manos posadas en mis rodillas escucharon impertérritas todas mis declaraciones de amor que aceptaste como tuyas a pesar de reconocerte como los terrenos de fantasía donde fueron sembradas y de las que serán tomadas para los amores verdaderos, para los que son de tierra y cielo, de piedra y mar, aquellos a los que me aventuré cuando mi bastimento me resultó suficiente para la guerra en el continente de los adultos. Gracias a ti mi primer amor sensual que me cubriste de la marea de deseos pervertidos que corrompen las inocencias y nos incapacitan a amar con el corazón antes que con el cuerpo. Gracias a ti mi primer amor sensual que pusiste tus espaldas contra el suelo cuando yo sucumbí al fracaso donde me enseñaste que esa es la mejor posición para mirar las estrellas y contemplar la inmensidad de la luna que todo lo enamora, que contaste los brillos estelares para que aprendiera los números con que conté cada lunar en la espalda de los amores del porvenir, cada peca que decora las sonrisas en de las que fui víctima, cada lagrima que causé y cada disculpa que pedí. Gracias a ti mi primer amor sensual por hacerme humano, por arrancarme de los últimos sostenes infantiles, prepararme para el río de la vida y soltarme delicadamente para no desbordarme de terror cuando encuentre los ojos prometidos a los que amaré con todas las palabras y todas las promesas que tuviste la paciencia de tejer conmigo y de los que tomaste tu parte como cuota de un intercambio justo donde crecimos los dos.
Gracias a ti mi primer amor sexual por reconocerme hombre cuando todos veían un puberto, por reservarte la carnalidad como el último movimiento del tablero en el que jugué mi estructuración psíquica, mi elección consciente del objeto de amor donde integraré todos los amores pasados y aprenderé nuevas formas de amor. Gracias a ti mi primer amor sexual por tomarme con maestría y presteza para deslizarme como suave mantequilla en tus brazos, por tu desnudez respetuosa que me obsequiaste como miel de flor de la que bebí cada gota de esencia que manaba de tus adentros. Gracias a ti mi primer amor sexual que con tu experiencia en teoría del papel oro y del Corán me hablaste de la mujer y su intelecto, que en su danza entre Dios y la música me llenaste de incrustaciones en clave de sol, de necesidad de sabiduría que será el fruto y la carne que alimente la mente del amor verdadero y último que podré reconocer cuando le vea porque tú me las has señalado. Gracias a ti mi primer amor sexual por encontrar los pretextos más elaborados para "amarnos bien, compenetrados", por dejarme sentir que yo te llevaba cuando sabías bien que tú eras el Capitán. Gracias a ti mi primer amor sexual por revelarme las formas hipnóticas de las que ya no podré desprenderme jamás y a las que desearé con respeto, con lujuria, con morbo, con ternura y con todo el abanico de posibilidades que conocí contigo y aquellas que conocí después. Gracias a ti mi primer amor sexual por presumirme los perfumes, las fragancias y los sabores de todos los jugos que emulabas como si fueran frutas, por instruirme en el arte del catador que aprende a apreciar las artes desde cada uno de los sentidos, por invitarme a morder cada textura, tocar cada pliegue, sentir cada impulso eléctrico, por todas esas formas que me revelaste para entrar y salir de ti, para morir en ti, contigo, por ti y para ti, por enseñarme que hay batallas donde perder y ganar se suceden en el mismo espacio y que el principio de intercambio y correspondencia es un pecado de presunción de la criminalística porque tú ya sabías que eso no es terreno de una ciencia sino territorio de los hombres que aman a sus mujeres.
Gracias a ti mi primer amor doloroso porque en tus terrenos construí los límites de mi fortaleza, porque me obligaste a vencerme y a levantarme para ser un hombre fuerte, uno capaz de soportar las intempestivas inconsistencias de todos los amores que me maltrataron,que me diste la lección de la no renuncia cuando los tiempos son adversos y mientras la fe se pueda mantener erigida sobre la piedra en la que construí una y otra vez otros simulacros de amor que fallaron. Gracias a ti mi primer amor doloroso porque me enseñaste la empatía que se derrama en los llantos, los que se lloran y los que no, porque me enseñaste a abrazarme y a abrazar al otro cuando el pesar es el pecunio que motiva los intercambios de soledades para tramitarlos en compañías que son francas también porque el malestar es tan genuino como el gozo y la felicidad, porque me demostraste que los amores también nacen de las cenizas extintas de viejos tiempos mejores y que lamer las heridas del otro como lo hacen los gatos es también una forma de amar. Gracias a ti mi primer amor doloroso porque me enseñaste que la cobardía es el cofre del tesoro de donde se aprende a ser temerario y el alimento de los corazones desvalidos y hambrientos de aprender humildad. Gracias a ti mi primer amor doloroso porque de ti aprendí a sanar a otros amores que han sido lastimados por otros amores inexpertos, inseguros o incapaces que han mellado las paredes de aquellos que anhelan un abrazo que no saben pedir.
Gracias ti mi primer amor indiferente, ajeno a mis amores, que nunca tuvo el interés en corresponderme y que me anuló, ese del que aprendí a distinguir cuando el amor me mira y cuando me da la espalda. Gracias a ti mi primer amor indiferente por esas doce rosas que acabaron en el suelo, que se sacrificaron para que ninguna rosa más, ninguna nueva flor, ningún deseo sincero experimenta el frío del suelo que cala más que los inviernos crudos de la Antártida. Te doy gracias a ti mi primer amor indiferente por esas cervezas de madrugada que me obligaron a perseguir tus pasos en las calles nocturnas que fueron testigo de aquello que se aleja y que siempre estuvo lejos, de eso que probablemente jamás existió, te agradezco por subir al automovil rojo que emuló cada gota de sangre que me costaste, esa sangre envenenada que debía ser expulsada de mi. Gracias a ti mi primer amor indiferente porque me enseñaste a sostenerme en el goce, contigo descubrí que el amor que se consume con prisa pierde el sabor a la velocidad de la luz y que el sabor de un amor a sorbos pequeños se disfruta cuatro veces, en el deseo, en la imaginación, en el acto y en la promesa de su sabor en el futuro. Gracias a ti mi primer amor indiferente porque, aunque no sea correcto llamarte amor, a mi me gusta darte esa categoría porque reaprendí el amor propio que viene de mi pero del que fuiste la fuente inspiradora.
Gracias a ti mi primer amor tóxico, el más complejo de todos, porque fuiste la frontera entre lo que es y lo que parece ser, porque en tus recovecos toda la vida se derrumbó una y otra vez, porque descubrí que por muy distópico que sea el escenario la civilización emerge, que cuando el río se seca fluyen otros en su lugar, que la naturaleza siempre tiene la forma de revelarse y hacer que la vida aparezca en los terrenos más áridos. Gracias a ti mi primer amor tóxico que dejaste todas las marcas de desahucio que me convirtieron el ser en replicas de todas las zonas de guerra que sólo el tiempo y los buenos corazones pueden recomponer, que no serán olvidados y construirán monumentos esparcidos como recordatorios de pasados peligrosos, desbocados, agrietados y pervertidos que no deben volver jamás. Gracias a ti mi primer amor toxico, gracias por llenarte las manos de paliativos que me engañaron con sus gustos azucarados y me amargaron las vísceras con las hieles de los golpes sin puños que diste a mi pecho, que me destrozaron, me escindieron y remojaron los pedazos en la infusión de culpas que me confundieron, que me hicieron sentir mi propio enemigo, que me engañaron con libertades falsas en las que encontré replicas de ti, de tamaños, formas e intensidades diferentes, donde dejé de escuchar la música sin que mis oídos reventaran en la paranoia, tu sabor tóxico me llevó a la mayor de las cuarentenas, al encierro que emparedó mi confianza y en la que renuncie por cobardía a la vida. En ti me engañé pensando que no había más vida después de la muralla de tu sombra y que el amargo es sólo un fruto que tiene otro sabor. Gracias a ti mi primer amor tóxico porque me enseñaste el agridulce, lo tatuaste en mi brazo izquierdo, el más débil de los dos para recordarme que los malos ratos son los lugares de donde nos orientamos para seguir el norte de los placeres, porque trajiste la forma más violenta del Thánatos que en su intento por destruirlo todo me convirtió en el Eros restaurador de las cosas, en la tendencia hacia la integración, pusiste en mis palmas la dinámica de la vida conceptuada en lo Froidiano, aquella que se debate entre el "for da", que se construye del perder y ganar, del exponerse al riesgo y salir victorioso para convertirme en el héroe eterno del amor que será el último en la cadena y del que trascenderé cuando el amor y yo nos fusionemos y de ello nazca la Sabiduría, la Filosofía, aquella a quien amaré como amaré al amor final en el que me fundiré para siempre. Gracias a ti mi primer amor tóxico porque tu instrucción me sirve de punto de partida para reconocer lo que me llena y diferenciarlo de aquellas cosas que "me engañan, que me dan y que no he pedido".
Gracias a ti mi primer y último amor, ese que llegó hasta mi lugar en la tercera fila, del asiento treinta y tres, porque tus vientos de enero barren los inviernos atravesados, porque dan más luz y calor a los veranos de vacaciones en los que siempre hay un motivo para viajar y conocer más de ti, porque tus frescos brotes tímidos e inocentes llegan como brisa atercioapelada a los otoños que se apelmazan en la dermis de mis días adultos entrados en años. Gracias a ti mi amor de la fila treinta y tres, porque el cincuenta y seis me parece el número más perfecto y más exacto para sumar pretextos de compañía, porque el tres y el dos se ven hermoso tomados de la mano, porque los diez que sobran tienen la extensión perfecta para abrazar la juventud de tus fruto rojos, para cobijarlos y cuidar de ellos, para procurarlos con el agua de los besos que tengo para ti y el sol de las palabras cálidas que aprendí para enseñarte, para que los sembremos de cariño sobre la tierra del compromiso que formé contigo y a la distancia desde mis amores de fantasía, porque te esperaba ya con la experiencia del amor sensual que me hace desearte día a día, por que te encomiendo mis pulsiones de meta inhibida que tendrás en tus manos cuando estemos en el cine, en el parque, en las canciones y poemas que saco de mis bolsillos de sabio y que gustosos te comparto, y que gustosos aguardan por los trazos de tus experimentadas cutículas que dibujan lo que sienten y así se comunican con aquellos que estén listos para abrirse a tu lenguaje. Gracias a ti mi amor por tus veinti tres razones, tímidas y temerosas, marcadas por los amores viejos que te hiceron las marcas hermosas que decoran tus miradas, que permean tus silencios, que te han hecho la musa taimada a la que le dedicó todas las mies cultivadas de mi mano y que pondré en tu mesa, como Marley puso sus cartas, con las conviccciones que alimentarán tu espíritu y de las que un día, posiblemente, nacerá aquella gobernante sabia que proviene del fuego. Gracias a ti mi amor de la tercer década porque tu existencia me ha salvado y porque corresponderé salvándote, protegiéndote, procurándote, cuidando tus palmas del frío y tapando tus hombros de la pesadumbre, te devolveré los males de la vida que se hayan tatuado en tus oscuridades convertidos en sonrisas que iluminen tus razones de ser, para que seas para ti y también seas conmigo, para que siendo juntos logremos ser la excepción a la paradoja psicoanalítica y seamos la razón de una cultura de nexos múltiples y un amor de nexos narcisistas que se decanten en el mayor amor que nace de los hombres: LA FAMILIA.
Alex. L. Galicia
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