top of page

Cuando te vayas... no cierres la puerta que me asusta estar a oscuras

Ya no espero que me escuches, ni siquiera espero que te detengas a regalarme una mirada más, una con significado. Ya noto el silencio en tus palabras, esa cordialidad forzada cuando intentas suavizar la vida sin vida que soy para ti, tus labios dibujan líneas rectas cada vez que me hablas bonito, se parecen mucho a los gestos de consuelo que se le regalan al moribundo al que le queda únicamente el cuerpo pegado al mundo como pago por los años que se le prestaron, ese cuerpo que ha sido abandonado por el alma y que vive como ornamento, como recordatorio de que aquí hubo alguna vez alguien.



Apenas es Lunes pero ya se vive vacío, las señales están ahí, todo el mundo lo sabe y yo tardo en enterarme. El café aunque vaporea tiene un gusto a frío, a catacumbas, a un soldado que cayó en tierras extranjeras y se adhirió a la naturaleza impersonal del idioma extranjero que nunca lo cobijó, el que lo trata como ajeno e irreconocible.


Es apenas medio día pero la oscuridad se cierne sobre al mundo que despertó muerto hoy ¿A caso soy el único que lo nota? los demás se ven tan normales como siempre pero me da la impresión de que viven en otra dimensión ¿Son fantasmas o yo soy el que no existe más? Algo en mi piel me dice que hoy empieza el final de algo que me costará otro poco más de la endeble vida que he intentado proteger de las inclemencias del tiempo de las personas. Me siento como una vela que intentó guardar su fuego entre los espacios escultóricos de tus manos, se encaramó ahí y quiso sentirse vivo, que durmió al cobijo del esmalte negro que trajo paz y esperanzas, un negro que era como la noche, la primer noche que no me dio miedo y que al despertar se descubrió solo otra vez. Me preguntó como me convertí en aquel que se entrelazó en tus dedos con el permiso que alguna vez me brindaste, que en su segunda noche se despidió de ti con la sonrisa en el corazón sin saber que esa era la última vez que el negro de la oscuridad se vivía amable y que hoy vuelve a sentir terror en su corazón.


Intento recordarte y el recuerdo me es infiel, me desobedece, no quiere dejarme verte sentada en el pasto, escuchando mis intentos de querer decir algo, algo que te guste, algo con lo que me recuerdes, que te inspire a extrañarme, en su lugar sólo hay una canción:


"¿Qué haces tirado en el pasto, la mirada fijada en el cielo... de noche?"


Contigo todo era canciones siempre, estabas en todas las letras, te encontré en todas las líricas, entrabas con tonos amables a embellecer mi interior, nunca el negro había sido para mí algo más que elegancia o vacío pero esta vez tenía luz, era un negro lustroso que decoraba los suelos donde bailé contigo todas las melodías que siempre trajeron como título tu nombre. ¿Sabes que es gracioso (para no decir lastimoso)? que me encerré en mis adentros, los más fríos, para que me anularan la pasión que desde hace varios pasados me fue desgastando los sentimientos, quise vivir de cara a la pared, morir sería la palabra correcta, negarme a la luz. Caminé con la venda en los ojos, con el corazón enterrado y escondido, me puse todas las sonrisas que practiqué en la vida y me enfundé con la armadura de la racionalización, esa que está hecha con el más duro de los aceros y el escudo impenetrable de las justificaciones intelectuales que no se necesitan sentir, porque pensar impide que alguien te saque de la comodidad del ejercicio de dejar de creer, ya no necesitaba más Dioses, ellos nada tienen que ver con el Cocito, era yo un traicionero de mí mismo y no merecía otra cosa que no fuera el gélido aleteo de lucifer y me desterré y me condené, pero aparece tu oscuridad a iluminarlo todo, me tomó por sorpresa y me miró a los ojos, me invitó a salir, con un lenguaje nuevo, uno que hasta hoy no entiendo, me dijo "aquí estoy, ámame" o eso entendí, lo dijo sin palabras y retumbó en todo mi ser, lo escuché con la fiambre que se sostenía endeble de mi existencia, me supo a vida, su aspereza me resultó suave como una nube de tormenta, su sabor refrescó los desiertos mercurianos cercanos al sol, esos que duelen de secos pero viven prendados de su órbita muerta que merodea el sol, que se aferra a dolerse de contemplarlo a la distancia menos prudente que encontró. Pronto me acurruqué en la suavidad de tus aromas, me sentí desarmado pero seguro, anhelé el septiembre futuro que se cubría de aroma a mantequilla y una película de media calidad donde tomaría por enésima vez tu mano y entre otoños y compañías más familiares tendríamos el primer beso, o el tercero, o el quinto, qué importaba eso, estoy seguro que todos tendrían el mejor sabor en la paleta de sabores, todos serían gloria divina con frutos del árbol de la vida.


"Aquí no se ven estrella y no harás metáforas de ello... enserio"


El café frío, la vida muerta y sigues siendo el cielo que me cubre pero limpio de estrellas que como lunares en tu espalda alguna vez conté con la mente, nunca supe cuántos eran y ahora resultan inimaginables. Te has vuelto una casa vacía, lúgubre, con fotografías de rostros extraños que cuelgan de las paredes, caras que creí conocer y que ahora me parecen simples siluetas de formas desconocidas, escaleras que subí y me hacían sentir en la cima del mundo y que hoy, aunque suben, se siente que bajas por ellas. El eco en las paredes reverbera una cacofonía "veremos si no te vas como todos se han ido" y parece que haré justo eso, pero se siente obligado, nunca nadie me preguntó si quería irme, más bien se siente como un abandono pero estoy aquí, parado en la puerta sin saber si irme o quedarme solo, las dos son declaraciones de una separación inevitable que sucedió antes de que me diera cuenta, fue como despertar, no encontrar a nadie y prendarse de la idea de que entrarás por esa puerta y me dirás que saliste a caminar, mi mente quiere pensar eso pero sabe que no pasará más, que mañana estarás sentada frente a tu vida, releyendo viejos amores, arrancándote los rojos, los amarillos, los verdes y los negros que colgué en la izquierda de tus experiencias para calzarte de los azules que brillaron la vez que nos descubrimos juntos escapando de la lluvia, esa noche en que la oscuridad dejo de asustarme porque me abrazaste en ella, porque tus noches fueron el cobijo de mi cuerpo bañado de terror pues la gente me asusta, esas horas de madrugada en las que colgaste los centinelas a diestra y siniestra de tus hermosas mejillas y que rodaron por el suelo cuando al fin dormimos abrazados ¿Qué importa si fue una fantasía? para mi maltrecho corazón fueron las caricias más verdaderas que jamás lo hayan tomado entre sus palmas temblorosas, que muertas de miedo también se abrieron para decir "te aprecio" con la suavidad de tu timbre de voz que se escucha incluso cuando sólo lo escribes.


Aquí ruego en silencio, miro a la puerta y espero tu regreso, nada pasa, sólo sombras de ti que atraviesan los corredores, cada vez me inunda más el miedo de salir a la luz y no verte más, pero tu vuelves, ¿a qué? no lo sé, me dices "hola, hoy fue un día pesado" y te arrojo palabras para aliviar tu peso, las esquivas, cierras los ojos y niegas los oídos. Te prometí historias, rebusqué en mis viejos libros, limpié mis tesoros para presentártelos, los acomodé y recité para ti, con mi voz nerviosa, mis declaraciones de amor. Ahora temo que no sepas qué pasó después de que un hombre convivió con la muerte, mis últimas palabras fueron vibraciones en tu bolsillo, granos de arena que se cuelan entre los orificios de la malla y se fugan si saberse conocidos. Ahí estás de nuevo, otro día pesado quiero pensar, tirada en el suelo esperas ser relevada. Aquí estoy yo, no sabiendo que decirle a unos ojos que no miran más hacia acá. Agarro valor, lo poco que me queda y te canto una canción. Tú sigues tirada ahí, la línea recta de tus labios otra vez, no la veo pero la imagino debajo del mechón de cabello que cae sobre tu rostro, uno que ya no me enseñas como ayer. Pido escuchar tu voz pero tus palabras filosas esgrimen negativas cordiales que arden como el más amargo limón en el nervio más sensible del cuerpo, el que conecta el corazón con la mente y con la línea delgada entre el la vida y el vacío. Sé que debo esperar pero ya esperé mucho, ya no quiero más este rincón apartado de la gente pero vuelvo a él, es incómodo y doloroso pero es el lugar más seguro que conozco, ese donde los sufrimientos no te encuentran, pero tampoco los placeres ni las alegrías.


Siete con un minuto... te veo entrar por última vez, no me lo dices pero sé que ya has empacado, incluso estoy seguro que hacia unos días que ya no había nada tuyo aquí, que estás aquí para asegurarte de que tu ausencia sea más llevadera, quizá porque crees que me debes algo, quizá porque conoces la marca que dejan las despedidas y estás intentando que sea indolora en lo posible, pero sabes, no será así, empezaste a taladrar en silencio y yo no soy tonto, aprendí a leer señales en el humo, algo de mí sabía que te ibas desde el primer momento, como un deja vu, tus luces negras dejaron de brillar para mí, me quedo a oscuras.


Doce con cuatro... estás ahí parada, como fantasma, como ser de otra dimensión, no terminas de irte o quizá soy yo el que no te ha soltado. Me pregunto si sabes que el hijo menor del campesino pobre enfermó, que luego curó por el trato que su padre hizo con la muerte... pero no, no lo sabes, dejaste de escuchar, te vaciaste de mi, ya sólo eres eso, el fantasma de un breve pasado que entró por la ventana a recordarme porqué estoy encerrado aquí, en medio de ningún lugar, donde no llega el sol. Estamos aquí, tu fantasma y yo, despidiendo los dos capítulos cortos de las manos entrelazadas que nunca más serán uno, mirándonos con atención antes de bajar las persianas de las desvencijada casa que elegimos para morar un tiempo corto, partiendo por la mitad las tardes de libertad que danzaron entre climas caprichosos, donde te amé debajo de la lluvia, te amé al calor del sol plácido de la tarde que durmió temprano, te amé en los abrazos del viento frío, te amé en compañía de un abrazo tierno, te amé mirándote a los ojos, entre risas, entre dulces y me perdí, en toda la extensión de la palabra, en ti, y aquí me quedaré, temeroso de nuevo, con las persianas bajas, de nuevo en el oscuro frío del que me he resistido a salir, con el único consuelo de que quizá y gracias a lo que dejaste, pueda salir de nuevo... Ya bajaste los ocho escalones finales, con el pomo de la puerta entre tus manos, el reloj marca las doce veintinueve, sé que saldrás ya, mañana no te volveré a ver,no habrá más nosotros, tus pasos atraviesan el umbral del no retorno.... sólo por favor... cuando te vayas... no cierres la puerta que me asusta estar a oscuras.




Comments


Post: Blog2_Post

Subscribe Form

Thanks for submitting!

©2020 por Simetría. Creada con Wix.com

bottom of page