Un soñador y su pasión
- Alex L. Galicia.
- 2 jun 2020
- 4 Min. de lectura
Mi querido lector, vengo dispuesto a contarte una historia donde dos sujetos instaurados por la mirada, objeto de sus pulsiones, de un objeto amado y otro deseado, pongo en ti, la descripción de aquella mujer en la que encuentro un destello vivaz de sensualidad, el origen de toda locura, no es de esas historias conmovedoras, seguramente las lagrimas no saldrán de tu rostro, que atento conocerás a alguien a quien desearas, estimado lector podremos al final de este discurso conocer a alguien que tanto como yo, no dejarás de pensar en todo el día.
Día1: Ese día no lo recuerdos, la memoria falla, no piensas en encontrar a alguien, caminas, vas, suturas tus pasos, vez, pero no observas, vives, y aunque pareciera que la muerte es tu compañera, la niegas, imagina ahora un lugar bello, un salón de clases, días van, clases pasan, se aprende, se conoce, pero nunca se termina, y como si nada un día llega alguien, una especie de ser humano con una luz trascendental que inspira una sonrisa, y que entre sus ropas se encuentra algo que quieres conocer, se acerca, te ve, eres de ella, te hace suyo cuando te mira, cuando se acerca sensualmente y te domina con un abrazo, esa es ella, la puedo describir a pedazos y a ratos como un rompecabezas interminable, de momentos, aunque ninguno de ellos conmigo, ¿Será acaso que es lo que demando? Solo un día con ella y sí, se lo puedo contar soy de ella y ella de mí aunque la palabra no cruce por la vía del amor. Te observa profundamente como analizándote, como si conociera toda tu historia, tu pasado tormentoso, yo diría gozándote, imaginándote, mucha delicia y fantasía en su cabeza, calla para no continuar con su posibilidad de varias escenas en su mundo, a veces falla y tiene que unirse a este mundo nuestro irreal, o tentado de aspectos de realidad, fue un día, uno normal, saliente, discontinuo, memorable, la tuve cerca, muy cerca, y le juro lector, que tuve que redirigir mi mira a otro lado, antes de que mi cuerpo reaccionará fisiológicamente, su cabello un bello impedimento ¿No es que una erección es mal vista en público? Tuve una oportunidad; ella-yo- el espacio del goce, y claro uno siempre busca un amo a quien obedecer y yo obedezco a su demanda de amor y lejanía.
Día 2. -Voy a tu clase, el domingo- me dijo ella con ese tono de dulzura y poder
Te espero siempre.-Respondí-como quien cede en su deseo, con cierta culpa.
Vaya promesas saturadas de anhelo, que uno siempre hace, como si lo pudiese cumplir del todo, ¿por qué no dije? No vayas a esa clase, ve y quédate a mi lado, ven a mi vida entera, ríe, sostente en mis brazos, de mi mano, no sueltes a quien te promete ser tuyo. Lector de nada sirve lo que yo pueda platicarle de ella, se la describiré y así usted podrá juzgar lo que le cuento ¿No es acaso que continuamente vivimos juzgando el amor del otro? ¿El deseo del otro? ¿Sus gustos? ¿Será ella quien me llena de dudas y me interroga? Aquí ella; antes de ello quiero decir en mi objeción que hice de ella un objeto perdido que puede colocarse, cada que ella lo decide, cada que me da una mirada, un verso, una posibilidad de estar, ella se caracteriza por ser;
Elocuente, dispersa, distraída, cuenta con un talento, el de abandonarte y dejarte vacío, cuando uno sabe leerla; denota que vive en otro mundo, sí el de la fantasía, un caos por dentro, un bello alivio por fuera, usted la ve pasar y voltea a verla y no necesariamente por su cuerpo, sino por el olor de este, y por su bella alma, ¿qué es entonces el alma? Es ese sentir categórico, cuando vez a alguien y te da confianza, que te sonroja cuando se infringe con sus ojos de frente, lo que la rememorización de un pasado, no hay nada de mi antes de ella, deje de existir ahora soy para sus deseos.
Una mirada de esta musa, provoca que el tiempo deje de ser lineal, y se convierta en circular, aligera el cuerpo, con su presencia, aún recuerdo, un día que la vi sentada, toda mujer, lejana, callada, reflejaba miedos, preocupación, ausencia, un misterios detrás de esos lentes, que se unen con su sonrisa, miro, miro, miro a alguien, es ella arropada de tristezas, emociones que calla, de momentos antagónicos y ruidosos, la veo pasar, no sé mucho sobre su existencia, solo que es ardiente como un suspiro en la madrugada, construye consigo misma un nuevo lugar que tranquiliza y enferma encontrado entre sus brazos, lo que cuento es ruidoso y esperó le este causando un gran animo conocerle, seguramente usted es un aventurado, un conocedor y me atrevo a decir que usted ha viajado y conoce lugares, paisajes, historia, flora, fauna, olores y zozobras, si tan solo la viera, no podría decir que se parece a un atardecer en Taxco, ni una brisa en Guanajuato, mucho menos el calor de Veracruz, es más bien como el frío, calor, humedad, y sabor dulce de Chiapas, sí, esa es, la que hace que la desees por su alma, cabello y sonrisa, y usted seguramente se pregunta¿ qué hice yo?, le cuento; le pedí la posibilidad de salir, conocernos, vivir, vaya metáfora, vivir, como si uno no viviera cuando la tiene cerca, como si uno no pudiese comprender el significado de la vida estando tomado de su brazo. ¡Y ahora, me marchó! Se quedará ahí, silenciosa, con los ojos vacios, la dejaré que disfrute de las trampas que le da su cabeza, “sus fantasías” y pienso que dentro de todo eso que se imagina, sea yo el que provoca su perversión, su pantalón mojado, su mano temblorosa, y me repito; si tan solo me permitiera un momento tomarla de su mano, misma que no soltaría hasta después del altar.
Vivir es con ella una dicha, una locura andante, un privilegio, yo ahí de todas las formas posibles, para quien en días difíciles siempre está.
Mario Campos Paredes
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